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viernes, 3 de diciembre de 2010

La hallaca: tradición navideña

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Imagen de http://www.venezuelatuya.com/
La reina y protagonista de las navidades venezolanas es ella. Nuestra hallaca es como el familiar que vive lejos y compartimos con él las fechas decembrinas, todo minuto solemos disfrutarlo porque sabemos que pronto se irá y nos queda la esperanza del reencuentro el próximo año. El goce consiste en degustar uno a uno los bocados, en distinguir las texturas del relleno que como camaleón se disfraza con los sabores propios de cada región venezolana, eso sí, en todo el territorio del país la hallaca es disfrutada por una significativa razón: ella representa el resultado de un largo proceso.
La tradicional jornada inicia el día de la preparación del guiso. Dentro de las siguientes 24 horas, un centenar de ingredientes, que anteriormente han sido picados con paciencia,  son lanzados en una gigante olla. La imagen es similar a la escena de la película en donde la bruja esta cocinando el hechizo.
En mi casa, la encantadora hechicera es mi mamá, la líder es mi hermana, el uniforme de las dos es una colorida bandana, tipo playera, que impide que su preciado y lacio cabello se le ocurra la imperdonable idea de desprenderse de su cabeza y caer sobre el embrujo. Para los otros que no cocinan, sino prueban, la colorida y graciosa bandana es una señal más de “algo bueno se esta cocinando en los fogones” y con una cámara suelen capturar el característico momento.
Ya al atardecer, cuando el guiso parece estar listo, mi hermano, mi papá o yo tenemos la fortuna de probarlo con casabe en mano. UMMMMMM, ¡ta bueno!, decimos al unísono. Por esa noche, el guiso dormirá forrado de papel aluminio, su espera consiste en cuajar, mezclar y acentuar sus ingredientes. A la mañana siguiente todos nos imaginamos comernos una arepa rellena con él, pero no hay tiempo para esto, es el segundo día de la preparación de las hallacas y aquí todos deben intervenir.
El miembro más pequeño –de edad- de la familia es la encargada de limpiar las hojas para envolver la hallaca, en mi casa, claro ¡era yo!, ahora he asumido mayores responsabilidades, ahora yo también me coloco la bandana y dado el respeto ganado en la cocina, me dejan “darle los últimos toques al guiso”. Después de preparar la masa, cada quien asume su rol dentro del proceso. Uno extiende la masa sobre la hoja, mi hermano lo hace de una envidiosa forma disciplinada, otro es el encargado de colocar el guiso, y el creativo agrega los trozos que “decoran”.
El amarre de la hallaca es de suma importancia, evita que al momento de la coacción el indulgente líquido entre y destroce el increíble sabor que se junto en forma rectangular. El decir en un hogar venezolano “yo me encargo de amarrar las hallacas” es como decir, “yo soy inteligente, fuerte y tengo el poder”. En mi casa, mi papá se ha ganado ese honor, hasta ahora sus manos fuertes y musculosas han sido las únicas que, aparte de darme los mejores masajes del mundo, han tenido la inteligencia y la sutileza de amarrar la hallaca de la forma adecuada.
El pan de jamón, el ponche crema, el pavo y la ensalada de gallina no es cena navideña venezolana sino esta la hallaca. Ella representa la diversidad de nuestro mestizaje, la alegría de nuestro espíritu y la unión de las familias, ella es la prueba que los venezolanos defendemos una cultura, en donde la celebración es el simple –y no de sabor- hecho de cocinar una tradición: la hallaca.

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